Vagaba libre por la ciudad. No tenía rumbo fijo. Mis blancas alas, imparables me elevaban a cientos de metros sobre el cielo. Había tanta paz, tanta tranquilidad, nada podría perturbarme en esos momentos. Pero de pronto, un grotesco ruido consiguió sacarme de mi ensoñación, rugí llena de rabia, que poco había durado aquello, un enorme avión se acercaba. Aquel trasto de metal, que poseía una absurda imitación de alas reales, se encontraba a unos metro, volaba en mi dirección, y cuanto más se acercaba más insoportable se me hacía aquel sonido proveniente de los motores. No pude soportarlo más, y con una simple mirada a mi objetivo, el motor, y sus hélices, estos quedaron detenidos al instante. Una media sonrisa se extendió por mi rostro, volvía a saborear la tranquilidad robada. A lo lejos oía los gritos angustiados de los pasajeros, el avión ya no tenía con que elevarse en el aire y ahora viraba estrepitosamente hacia el suelo. Cerré los ojos lentamente mientras me alejaba del lugar.
Al cabo de unas horas volando, llegue a lo que creí en un principio que era descampado, pero al acercarme más comprobé que era un cementerio. Me pose sobre la tierra, retrayendo mis alas, y arrastrando mi cuerpo entre las tumbas. Hábilmente esquivaba las pequeñas rocas de piedra donde estaban tallados los nombre y fechas de los fallecidos. Llevaba un día muy tranquilo, pero sabía por experiencia, que no duraría mucho, así que debía disfrutarlo mientras pudiese.
Al cabo de unas horas volando, llegue a lo que creí en un principio que era descampado, pero al acercarme más comprobé que era un cementerio. Me pose sobre la tierra, retrayendo mis alas, y arrastrando mi cuerpo entre las tumbas. Hábilmente esquivaba las pequeñas rocas de piedra donde estaban tallados los nombre y fechas de los fallecidos. Llevaba un día muy tranquilo, pero sabía por experiencia, que no duraría mucho, así que debía disfrutarlo mientras pudiese.